sábado, 14 de junio de 2008

Camilo Zapata clarinero mayor

¿Cómo nacieron los himnos de nuestro folclor nicaragüense, Caballito chontaleño, Minga Rosa Pineda, El nandaimeño, El solar de Monimbó? El autor Camilo Zapata, Vida y Canto nos recrea acerca de estas melodías, y su origen

Joaquín Absalón Pastora

EL NANDAIMEÑO
El nandaimeño lo hizo Camilo en plena juventud. Trabajaba en la Carretera Panamericana con una compañía “gringa” en el tramo que va de Rivas a la frontera con Peñas Blancas. Con apenas 17 años, dirigía una cuadrilla de ingeniería. La precaria situación económica le proclamaba la urgencia de laborar, con mayor razón cuando el salario dependía de las horas trabajadas. Un año antes de esa contratación quedó en la —orfandad paternal— al morir Don Benjamín. Su madre requería el apoyo del más apto en ese tiempo.

Camilo una de cuyas funciones estaba relacionada con la localización de los terrenos, conocía Nandaime, pueblo en el cual pasaba la noche con regularidad. Había rivalidad entre los granadinos y los nandaimeños. Éstos decían que eran granadinos, quizás por asumir vanidosa e ingenuamente sus requiebros de aristócratas, prevalecía “el calzón chingo”, el orgullo de ser nandaimeño, coterráneos del indiscutible, héroe nacional General José Dolores Estrada. Prevalecía el orgullo de haber sido su tierra, testigo de la guerra entre los ejércitos del líder indígena de Diriamba y el capitán español Gil González Dávila.

Los granadinos en la “otra cara de la moneda”, manifestaban su resentimiento con esa presunción. Ellos provenían del tronco español, aunque Carlos A. Bravo les haya dicho mil veces que por el lago entró la hez de España. No era posible que un indio conquistado y puro como el nandaimeño pudiera vanagloriarse de los blasones de “La gran sultana”. Las horas de la polémica rondaban en la parte sur del país. Por ello cuando un legítimo granadino veía a un nandaimeño se burlaba de sus caites, de su forma de hablar, de su dejadez trivializada, de su inconfundible “cantadito”. Entonces se le vino —a Camilo— la idea de hacerle una canción al “Nandaimeño”. “Soy granadino, nací en Nandaime, de zapatones jamás usé caites, bajo a la población, no me paro en las esquinas, no me gusta que me digan que soy un indio sin educación”.

El estribillo se repite y formula el orgullo natal del visitante que llega a su ciudad porque es hijo de ella y por lo tanto ningún discriminado a quien se le pudieran atribuir poses delatadas por la incultura. El indio niega al caite cuando baja en la montaña, sigue su rumbo por los caminos de la ciudad para que el orgullo azul no detecte su sangre anónima, su “sangre horchata” y hace todo lo posible para evitar con el auspicio de sus zapatones y la ausencia de los caites que le digan que es “un indio sin educación” porque el término, hiriente y despectivo, podía ser causa de enojo.

EL SOLAR DE MONIMBÓ
Por “Solar de Monimbó” pasa un originalísimo “trabalenguas”, ¿cómo fue? Un día de tantos, Camilo no asiste con puntualidad al rigor de las fechas Paco Ortega le hizo un homenaje en Masaya. Motiva la dedicatoria uno de los cumpleaños de nuestro compositor y una de las victorias beisboleras. Paco era oriundo de Masaya pero fundamentalmente su “corazoncito” latía por Managua. El lugar donde se le hizo el homenaje a Camilo Zapata, se llamaba como su son, “Solar de Monimbó”. Quedaba cerca del Colegio Salesiano. Por las características diseñadas por el recipiendario del festejo, ocupaba una gran extensión. El propio Monimbó con Alcalde de Vara, caprichos territoriales inherentes a las hidalgas “jergas” de la independencia, vaticano con flores anteriormente cantadas por Rubén Darío, ese “Monimbó” era un patión no tan avispado y beligerante por cuanto quién no recordaría que su consejo tradicionalmente excluyente, contribuyó mucho a que se le despejaran los caminos a los luchadores contra los Somoza, eso posteriormente cuando los arcos estaban formados.

Ya en Managua poco tiempo después se le ocurrió a Camilo plasmar, formalizar la canción dedicada al Solar de Monimbó. Se convirtió en el himno de Masaya. Se robó todos los afectos. Su espacio sin ser intrusa por los caminos de Nicaragua. Ninguno de los apóstoles “de la crítica puritana” fue capaz de alejarla del público.

El zapateo es un panorama ideado. Camilo llega a un lugar como este solar, mira, le gusta y hace una concepción llena según las circunstancias, de picardía, de amor, de humor, de “güegüensismo”, de “Minga Rosa Pineda” diríase para quedar bien con la verdad que es un personaje inexistente. Toda la trama es un invento absoluto. Fue concebida después del “Nandaimeño” y del “Solar de Monimbó”. No era viviente, tampoco su enamorado Juan Beteta Castellón, ni esos “jícaros con miel de capulín”, ni “la foto que le hicieron de perfil”, tampoco se sospechaban los caminos que Minga tomó. Si se dejara desnuda a la letra, sin la contagiosa melodía, sería un poema total.

MINGA ROSA PINEDA
Hay en la música de Camilo amor a la mujer. No sólo seduce a ésta, a las flores, a los pájaros, a los ríos. Pero toda esa veneración la matiza con su picardía. No hay canto natal donde esté ausente este signo vital de su creación, pero picardía sana, si se quiere perseverante en su ingenuidad. Esa picardía —rebasa en el “Solar de Monimbó”— cuando en el trabalenguas vierte todas sus prendas la canción coreográfica que se ha prestado para que se luzcan los estilistas del entablado. Carlos nos lo —baila y sostiene— que el son mismo te va diciendo cómo debes bailarlo. “Hay que ver a Doña Inés, pa' bailar/ como zapateya a la vez/ que hace la cadera temblar/ oyile el consejo que/ da al compadre Juan/ pa bailar hacete para ya/ no te vengas tan arrecostado/ pareces un gallo remojado/ meniadito Juancho nada más/ cuidadito, cuenta me tocás/”. Hay doble, triple, cuádruple sentido. Todo erótico, sensual, fino, de ninguna manera ramplón o jayán. ¿Podría concebirse algo tan lírico como Minga? Yo me llamo Juan Beteta Castellón/ y en la hamaca de tus pechos me/ dormí/ Juan Beteta fue el primero que/ miró esos jícaros con miel de capulín/”.

Y es que Camilo siempre enamoró con sus inofensivas y persuasivas armas de músico poeta. Desde antes el compositor fue favorecido con el cariño de los Quintero. Tanto el padre como la madre —de lo que pudo ser una novia formal en los intentos de Camilo de reacomodar su vida, viudo soltero— se sintieron honrados con la repentina vinculación.

¿Amor a primera vista?, de un señor maduro y de una inminente bachillera que comenzaba a danzar en las pistas de la adorable juventud, sencilla flor del campo. No se supo nunca en qué paró esa declaración de amor, posiblemente tan frágil como el transcurso de un día de alborozo. Es altamente, seguro que en su soledad se haya querido llenar con los múltiples frutos de su repertorio romántico, de boleros que han sido muchos en el tupido aguaje de su creación.

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