sábado, 14 de junio de 2008

Decir Camilo Zapata es decir Nicaragua

Tito Leyva

Entrevista a Katia Cardenal

¿Cómo ha influido la música de Camilo Zapata en tu jornada de cantautora e intérprete?

Me ha inspirado a tener ganas de enriquecer lo nuestro al crear, y me llena de orgullo día a día el hecho de saber que tenemos músicos que han traducido nuestros sentimientos en sus canciones.


¿Es Camilo Zapata un imprescindible de la canción nicaragüense?

Decir Camilo Zapata es decir Nicaragua.


¿Cómo debe ser la mejor manera de acompañar el ejemplo de entrega artística y generacional de Camilo Zapata?

Seguir difundiendo y promoviendo la música nica, no perder la fe en que la audiencia nacional sigue queriendo y respetando la música nacional y enseñar a las nuevas generaciones la música que forma parte de nuestra identidad.


De las canciones de Camilo Zapata, ¿cuál es tu preferida y por qué?

Minga Rosa Pineda, por que su lenguaje tan poético dentro del regionalismo que lo caracteriza, por su sensualidad y sutileza a la vez, y por sus melodías tan definidas, alegres y rítmicas

Sin Camilo, nuestro canto no sería igual

Francisco (Pancho) Cedeño

Antes de la aparición de Camilo Zapata en el panorama artístico nacional, las canciones que se conocían o se interpretaban eran más que todo las pertenecientes al folklore (provenientes de los antiguos romances y corridos), o las pertenecientes a los compositores de la época, que basaron sus creaciones en géneros musicales foráneos, como el vals.

Camilo aparece como compositor en el momento en que los poetas del Movimiento de Vanguardia emprendían la búsqueda y la afirmación de la identidad nacional, después de las terribles consecuencias culturales que había dejado la ocupación norteamericana (1926-1933). La publicación de los Poemas Nicaragüenses de Pablo Antonio Cuadra, 1934, coincidió con la creación de Caballito Chontaleño, la primera canción de Camilo Zapata, cuando era apenas un quinceañero.

Camilo crea canciones cuyas melodías están en compás de 6/8 (célula rítmica de dos tiempos con tres notas musicales en cada uno de ellos), que es el mismo en que están construidas las melodías de los sones de marimba, pero, además, logra traspasar ese ritmo a la guitarra, que funge como instrumento acompañante.

En las letras de esas canciones aparecen por primera vez nuestras toponimias, modismos, refranes, personajes populares, el doble sentido y la picardía, cuestiones de contenido social, en fin, muchos rasgos de la identidad cultural del país rural que era Nicaragua en la primera mitad del siglo XX. Estas letras estarán expresadas con poesía sencilla e ingeniosa, de gran sensibilidad y descripción, en perfecto equilibrio con las melodías en que navegan.

Sus composiciones son muchas y variadas, encontramos boleros, tangos, pasillos, fox trot, valses, villancicos y mazurcas. El compositor de El Nandaimeño, El Solar de Monimbó, Flor de mi Colina, El Arriero, Juana la Chinandegana, El Marimbero, Minga Rosa Pineda, El Toro de Teodoro, El Sopapo, El Ganado Colorado, Cara al Sol, Teustepe, Campesina Zalamera, por mencionar apenas algunas canciones de su extensa obra, abrió una puerta en la que años después entrarían Erwing Krüger, Jorge Isaac Carballo, Otto de la Rocha, Víctor M. Leiva, Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, cada uno de ellos desde su propia propuesta musical. Sin Camilo Zapata, nuestro canto nacional no tendría la fisonomía con que ahora lo conocemos.

A sus 90 años, Camilo sigue siendo la referencia más importante del canto nicaragüense, pues, como dijo PAC, fue el creador de manera consciente de “el son que nos baila dentro, en el subconsciente musical del pueblo. Él fue el primero que valoró y dio continuidad culta al ritmo popular más característico de los nicaragüenses”.

Clarinero, creador y amigo

Luis Rocha


Minipresentación

Este artículo fue publicado el 18 de octubre de 1997, con motivo de los ochenta años de Camilo Zapata. Pasado mañana, lunes 25 de septiembre, Camilo llega a sus ochenta y nueve años, y como el afecto es el mismo, lo publicamos nuevamente.

Cuando Camilo Zapata, sin saber por qué, cayó de espaldas sobre la tierra la mañana del 31 de marzo de 1931, tenía catorce años sin cumplir y por supuesto para él fue un total desconcierto ver la estampida nerviosa y desordenada de la gente huyendo de aquel terrible terremoto. Camilo había ido a jugar con unos amigos al patio de la Nicaragua Machinery, esquina opuesta a lo que después sería el Mercado Bóer, y aturdido en un principio tomó la dirección contraria a la de su casa, hasta que percatándose de su error cogió el camino correcto para encontrar a su madre, Amalia Zúniga Urtecho, quien ya lo estaba buscando desesperada.

Camilo había nacido el 25 de septiembre de 1917, en la ciudad de Managua, en el Barrio de la “Escuela de Artes”, a escasos cuarenta metros del gran galerón en donde eran reparadas locomotoras y carruajes del Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua, casi a orillas del Lago de Managua y más o menos a quinientos metros al oeste del Parque Frixiones. Su abuelo paterno se llamó Ramón Arnoldo Zapata, y su padre, Benjamín Zapata Ortega, era originario de Chinandega. Su abuelo materno se llamó Camilo Zúniga Urtecho, y su madre, como ya dijimos, Amalia Zúniga Urtecho, originaria de Chinandega.

¿Qué nombre le ponemos?
Pacífico, afable, caballero, buen conversador, creador del Son Nica, “Clarinero Mayor” como lo llama Carlos Mejía Godoy, nunca fue Camilo un hombre polémico, sino que más bien indiscutible. Sin embargo, a la hora que le iban a poner su nombre sí hubo polémica, o al menos discusiones. “Cuenta mi madre -me dice en unas hojas que tituló decires de mi madre- que hubo discusión entre ella y mi padre por el nombre que debía llevar. Mi padre proponía el nombre de mi abuelo paterno, o sea Ramón Arnoldo, y mi madre y todas mis tías el nombre de su padre, o sea Camilo. Cuando mi padre comprendió que era imposible ponerse de acuerdo, furtivamente se fue al Registro Público de Managua y me inscribió como Ramón Arnoldo”.

“Sin embargo sustancialmente fui criado, además de por mi madre, entre tías de la familia Zúniga y por ello, todos acabaron en llamarme con el nombre de ‘Camilo’, o sea el nombre de mi abuelo materno, fallecido antes de que yo naciera, y así fui creciendo entre este ambiente familiar hasta mi adultez, pensando yo que realmente me llamaba Camilo”.

¡Una monografía sobre Camilo Zapata!
Cuando no por lo menos un libro sobre la vida y prolífica obra musical de Camilo Zapata, se hace urgente que estudiantes de algunas de nuestras universidades se den a la tan necesaria tarea de escribir sus tesis o monografías sobre este hombre tan singular, productivo, topógrafo y andariego y cronista del alma musical de lo nicaragüense. Un gran reto espera a quien realice esta grata tarea, pues además de necesaria para todos los nicaragüenses, puede estar seguro de que en Camilo encontrará una fuente inagotable de datos: pura vida, canciones que ha compuesto a lo largo de su fructífera vida y personajes que le fueron y son contemporáneos. Una iniciativa de parte de las universidades para esta labor, quizás hasta pueda culminar, o mejor dicho de seguro podrá culminar en la publicación de esa tesis o monografía en forma de libro, y será un inestimable aporte para la historia de la música nicaragüense.

Y ahí está Camilo como una inagotable Fuente de Castalia, produciendo a todo vapor y según él con más de quinientas canciones, de muchas de las cuales ya no tiene memoria, pues comenzó a componer entre los trece y catorce años y nadie tiene ya registro de todas ellas, pero entre las cuales sí están presentes entre nosotros las siempre antologizables: “Caballito Chontaleño”, “El Cacao”, “El Sopapo”, “El Solar de Monimbó” (que a su gusto es la mejor dentro de las de Son Nica), “Ticuantepe”, “El Toro de Teodoro”, “Amor Pervertido”, “Mi Pueblo”, “Hacienda Boquerón”, “Isabel”, “Teustepe”, “Flor de mi colina”, “Campesina salamera”, “Juana la chinandegana”, “El arriero” (considerada por Salvador Cardenal la primera canción de protesta nicaragüense), “El ganado colorado”, “El marimbero”, “El nandaimeño”, “Un favor te pido”, “Regalame tu pañuelo”, “Meloncito de Zambrana”, “La molienda”, “Mi pueblo”, “Morenita de Subtiava”, “Minga Rosa Pineda” y “El erial”.

De 500 canciones, dice, más de la mitad se han perdido, y es dentro de la música regionalista de donde surge, brioso y pujante, corriendo por todos los cañaverales y colinas de nuestra patria, el Son Nica. Pero su basta producción incluye boleros, tangos, vals, fox, blues, pasillos, etc. y es que desde la corta edad de seis años ya sentía predilección por la música. Aprendió de su hermano Benjamín muchas canciones rancheras mexicanas, pero su deseo más profundo, aunque fallido a tan corta edad, era componer, y fue a esa misma edad que su madre, que era Evangélica Bautista, lo matriculó semi-interno en el Colegio Bautista. A los ocho años ya cantaba con suficiente métrica y entonación, de tal forma que cuando su madre hacía reuniones amistosas-familiares le daba “el honor de cantar frente a esas amistades y familiares”, quienes lo alentaban, así como sus amigos de adolescencia, cuando ya tenía entre trece y catorce años, que es cuando recuerda que comienza a componer.

La estela musical de Camilo Zapata continúa -aunque yo no estoy poniendo sus composiciones en orden cronológico-, con: “Cara al sol”, “Hoy”, “Allí estás tú”, “Cariño”, “Sobran motivos”, “Chico Pérez”, “Tal vez cansada”, “Rival”, “Maribel”, “Aroma en tus cabellos”, “Navidad”, “Tirado al olvido”, “¿Qué me has hecho?”, “Las suegras”, “Primavera”, “Mi pueblo”, “Reconciliación”, “Culpable”, “Mis amores”, “Ya ves” y “Botoncito de flor” para sólo mencionar otras tantas de la infatigable labor de nuestro Clarinero Mayor.

Recuerdos de la infancia
En sus decires de mi madre, agrega: “Mi abuelo materno fue un hacendado de muchos recursos, pero a su muerte no testó y en la distribución de bienes las hijas mujeres, que eran bastantes, recibieron poca cosa del capital. Mi madre era institutriz y con el pequeño recurso de su herencia compró la casita ubicada en el barrio en donde nací, pero cumpliendo con su trabajo fue asignada a una escuela de la ciudad de Rivas, por lo que tuvo que vender la casita en referencia. Para entonces yo tendría tres años y medio”.

“Tengo un vago recuerdo de ese entonces. En Rivas vivíamos en una casa de tambo y construcción alargada. Tenía dos apartamentos: En uno vivíamos nosotros y contiguo vivía Julio Martínez (quien tiempo después fuera el propietario de la pujante empresa “Julio Martínez”). Cuenta mi madre que con este último tenía fraternal amistad y que un día nos metimos a la cocina de Julio, y que entre él y yo nos comimos un huacal de sal”.

“Como consecuencia de aquella hartada, cada quien apareció en su respectiva vivienda, timbón y pidiendo agua constantemente. Averiguado el origen de aquella sed tan anormal, nos pusieron lavativas y purgantes hasta lograr aliviarnos”.

“De regreso a Managua mi madre compró una casa mucho mejor, por la Escuela de Artes”, y allí vivimos hasta cumplir yo los cinco años y medio. Esta Avenida Bolívar era una calle angosta, de tierra, y las aceras eran altas. Durante el invierno se convertía en un caudaloso río de agua sucia y muy peligroso por su torrente y velocidad. En esta vivienda padecí de sarampión y quizás por la fiebre que produce este mal, una vez estaba delirando. Resulta que a pesar del gran cariño que le tengo a los perros, estando acostado en mi tijera creí ver acercarse un perrito negro que presurosamente se introdujo debajo de mi cama. Lleno de terror grité, y mi madre y hermanos llegaron corriendo. Les dije lo que había visto: Buscaron y no encontraron nada”.

Otros recuerdos
Posteriormente la madre de Camilo negoció el cambio de aquella casa por otra ubicada de la esquina oeste del Parquecito San Pedro, dos cuadras al oeste y más o menos sesenta metros al sur, a mano izquierda. Ya no volvieron a aparecer los perritos negros y poco a poco Camilo, repleto de canciones, sigue adentrándose en su madurez.

Hace poco más de dos años me llevé a Camilo Zapata a un encuentro histórico en Estelí, propiciado de común acuerdo con nuestro amigo el Dr. Ulises González. Se trataba de una guitarreada en la que iban a estar don Felipe Urrutia y sus cachorros, el Dr. Wilfredo Álvarez quien también iba con nosotros y “otros músicos y poetas”. Don Felipe no conocía a Camilo y por ello aquel encuentro cálido, espirituoso y fraternal, fue realmente histórico y apoteósico. Toda una mañana y una tarde de mazurcas y polcas norteñas por un lado, y sones nicas por el otro, con toda clase de música de por medio. Pero lo más interesante de todo fue que en los descansos o “intermedios’’ Camilo se desaparecía misteriosamente. Fue entonces que averigüé que no andaba buscando al perrito negro de su infancia. Tigre, aunque no viejo ni echado, Camilo estaba cazando una preciosa adolescente de ojos azules, muy norteña, que con la maliciosa complicidad de sus padres, correspondía amable y dulcemente a los galanteos del Clarinero Mayor. Daisy Francisca Quintero Herrera se llama la nínfula que calentó la frente de Camilo y también la de Felipe Urrutia. Una tanda más de canciones y Daisy estaba definitivamente inclinada a favor de Camilo, quien ya posaba estrechando a la bella muchacha. Pero como al mejor mico se le cae el zapote, en uno de sus paseítos por el corredor junto con la muchacha, se encontró con una señora que cargaba una niña de quizá un año de edad, y muy orondo le preguntó a la señora: “¿Y esa niña quién es?” -“Su cuñada”- le respondió pícaramente la madre de Daisy.

Entre la memoria y el recuerdo de Camilo Zapata

Auxiliadora Rosales
auxiliadora.rosales@laprensa.com.ni

A sus 86 años con Alzahaimer y un mal que ha dañado uno de sus mayores tesoros, la garganta, Camilo Zapata es una de nuestras grandes glorias vivientes, que se impone con su picardía al paso del tiempo y las adversidades.

Aunque aparentemente se le ve bien arreglado y cuidado, asegura que por sus problemas de salud evita presentarse en público y sobre todo se le esconde a la prensa, para evitar la distorsión de algunos hechos, que quizás ha olvidado.

Vive en Valle Dorado junto a uno de sus hijos y nietos, quienes lo quieren y respetan.

El clarinero mayor sufre de pérdida de memoria, pero lo que no ha perdido es su humildad y picardía. Es como decimos en buen nicaragüense “jodedor” y alegre.

Por haber recogido en el son nica la esencia musical de nuestro pueblo, ha sido merecedor de muchos reconocimientos y premios, el más reciente y quizás el más importante ha sido la medalla de oro de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).



—Antes de venir a platicar con usted, estuve leyendo los artículos más recientes que han escrito y en algunos de ellos vi que hay imprecisiones en sus datos biográficos. ¿Será que el reportero se equivocó?

—Qué bueno que leíste sobre mí, así vos podés platicarme mejor sobre mi vida. (ríe) La verdad es que sufro de pérdida de memoria y a veces digo cosas que no son. Por eso evito hablar en público y hasta me le escondo a la prensa, para evitar errores.

Y cuando trato de recordar y esforzarme es peor, entonces mejor evito hacerlo. Pero lo bueno de este olvido es que también se me olvida que debo. (ríe)



—¿Qué han dicho los médicos de su estado de salud?

—Nada. Sólo tomate esto, esto otro, pero ninguno da, lo de mi garganta es lo que más me preocupa, porque es la base de mis composiciones y si estoy mal de mi garganta todo sale mal.

Estoy cansado, he visitado los mejores médicos y nadie ha hecho nada.



—¿Y las letras de sus canciones se le olvidan?

—(ríe) No, las letras de mis canciones no, porque todas las tengo escritas y las vivo leyendo.

Primero las escribo y luego le pongo música. También las canto para oír qué tal quedan, aunque para pasar la música al pentagrama tengo el apoyo de un amigo que se llama Agustín Narváez, yo se las canto y él las transcribe al pentagrama.



—¿Qué hace Camilo Zapata en su vida cotidiana?

—Desde que me levanto busco papel y lápiz y me pongo a escribir, aunque a veces no tengo deseos y cuando tengo ganas escribo hasta dos canciones diarias.



—¿Qué se siente ser profeta en su tierra, tan querido y admirado?

—Pues, definitivamente estoy tan agradecido de todo el pueblo de Nicaragua. Y por eso sólo concurro en público cuando me quieren dar algún homenaje.



—Muchos de sus temas tienen nombres de mujeres. ¿Fue muy enamorado en su juventud?

—Sí, es verdad era enamorado, pero no extremadamente. Me gustan las hembras, siempre he tenido amigas y sobre todo me han solicitado.



—¿Minga Rosa Pineda a quien es dedicada, existe el personaje?

—(ríe) La persona existe, vive en Ocotal, pero cuando la hice no lo sabía. Cuando la compuse me gustó el nombre, se me vino a la cabeza y ya.

Y le voy a platicar que en un acto público, hace ya varios años, una francesa se me acercó y me dijo: “Yo sé dónde está Minga Rosa Pineda”. Así le contesté, qué barbaridad la ando buscando.

Y ella me dijo: “Yo lo voy a llevar”. Hasta que acordamos ir a buscar a Minga Rosa Pineda, cuando la tuve de frente hablamos dos o tres cosas.



—¿De todas sus composiciones a cuál de ellas le tiene más aprecio?

—Yo las quiero a todas, pero la que más aprecio es El Solar de Monimbó, fue una de mis primeras composiciones, y le gustó mucho al pueblo nicaragüense. Es algo que llena el espíritu.

Lo escribí lejos de ese lugar durante un almuerzo al que me invitaron en Chinandega, pero pensaba en ese momento en Monimbó y salió.



—¿A qué edad empezó a componer?

—Desde muy chavalo, a los siete años, para mí sólo eran disparates, pero mis compañeros de clases me hacían rueda para oír mis disparates.



—¿Cómo ha hecho para no perder la humildad?

—Cómo la humildad es muy barata (ríe), me ha sido fácil. No, francamente mi carácter es así, no creo que sea yo el papá de Tarzán. Yo agradezco mucho que mis hermanos nicaragüenses me hayan dado tantas oportunidades de cantarles.



—¿Usted vivió alguna vez del arte?

—No, nunca he vivido del arte, yo he sido topógrafo, comerciante. He hecho de todo.



—¿Qué opina de los nuevos valores de la música?

—Pues fíjese que no he oído hablar más que de los Mejía Godoy que son muy buenos y de Otto de la Rocha que también es mi amigo, de ahí no te puedo decir nada.

LA MEDICINA

Según sus familiares para tratar el Alzahaimer que sufre el creador del son nica, tiene que tomar Excelo, cuyo frasco tiene un valor de casi dos mil córdobas y le dura un mes, además complementos vitamínicos acompañado de una buena alimentación.

Honores a Camilo Zapata

El Teatro Nacional inició las celebraciones por su XXXII aniversario


Wilder Pérez R.
wilder.perez@laprensa.com.ni

Con un homenaje a Camilo Zapata el Teatro Nacional Rubén Darío inició su jornada de celebración del XXXII aniversario de existencia, el pasado viernes 16 de noviembre.

El acto fue sencillo en el lobby del teatro. Sólo asistieron reporteros y personas allegadas. Con el “Solar de Monimbó” de fondo, interpretado por el trío Los Juglares, el “Padre del Son Nica” recibió una placa de reconocimiento de parte de María Fernanda Flores, Primera Dama de la República.

Entre excusas por sus limitaciones físicas, ligadas a sus más de 80 años de vida, Zapata expresó: “Para mí es difícil hablar en público, se me cierra la mente y se me extravían las palabras”. No dijo más. Hasta había olvidado el nombre de la directora del teatro, Susan de Aguerri, a pesar que ambos pertenecen a su Junta Directiva.

No obstante, lo que parece que jamás olvidará, son sus canciones, compuestas desde que tenía 14 años. Mientras el trío cantaba un su honor, el compositor susurró para sí su famosa canción “Cara al sol”.

“Es un homenaje bonito que quisiera perdurara para el resto de mi vida”, dijo emocionado Zapata, luego de recibir una placa “por su invaluable aporte a la cultura y al arte de Nicaragua como creador del son nica”, según la leyenda.

De Aguerri, por su parte, aseguró que “no hay otra persona que merezca más este reconocimiento de parte del Teatro Nacional, ni siquiera debimos elegirlo entre otros candidatos”.

Los actos de celebración del aniversario del “Rubén Darío” continuarán el 6 de diciembre, día en que fue inaugurado el teatro en 1969. La actividad principal será la presentación de un libro elaborado por Julio Valle-Castillo, sobre la obra del pintor nicaragüense Pablo Beteta.

Carlos Mejía Godoy: “Aquí estoy por Camilo”

La cita con Carlos es en la Casa de los Mejía, y hablar con él, el artista que todos conocemos y reconocemos, ha resultado ser como una gran entrevista colectiva, con incontables saludos, apretones de manos, abrazos, palabras de admiración y amplias sonrisas. El autor de “No se me raje mi compa” está preparado para grandes convocatorias del corazón y el afecto. A Carlos se le quiere y se le respeta

Tito Leyva


Primer acercamiento espiritual con Camilo
Carlos Mejía Godoy, ondulaba su infancia en sus diez años cuando tuvo el primer acercamiento espiritual con Camilo Zapata. “El Solar de Monimbó” fue mi primera escucha de sentir la Nicaragua autóctona, con el son nica como reverencia y referencia esencial, y lo dice bien entonado y prosigue. Ese impacto fue de rotundo enamoramiento: la luz de un feliz mensaje que agitó mi corazón y mi mente, algo que nunca antes había sentido, tan sublime como una caricia. Y yo, el cronista, sin poder evitarlo me estremezco al mirar en los ojos el gozo contagiante de Carlos, que palpita en el paraíso de la música, y que desafiando las penas del tiempo se pone en pie y baila el zapateado con tanto garbo y tantas voces y tantos aromas, en otro gran relincho por Nicaragua, como diría Luis Enrique Mejía Godoy. Son los recuerdos y la memoria de Carlos izando su admiración por Camilo Zapata. También fueron “ecos” para mí de mucho impacto, “La Juliana”, de Jorge Isaac Carballo, y los corridos de Tino López Guerra. Pero Carlos tenía un retrato a su manera de Camilo Zapata. En mi mente yo me figuraba a Camilo como un hombre recio, de sombrerón y de botas altas, quizá por lo de Zapata. Imaginaba su presencia revestido de cuero de mente y corazón.

Segundo acercamiento espiritual
El tiempo pasa y Carlos estaciona sus recuerdos en el Colegio Salesiano de Granada, adonde llegó como estudiante de un pueblito chiquito (Somoto), pero quizás sin imaginar que tendría un segundo acercamiento espiritual con el autor que usó su corazón para ponerle música. En el Salesiano los chavalos me hablaban de Estelí, Ocotal, Chichigalpa, Acoyapa, y yo me sentía lejos, pero me llamaba la atención la fuerza fonética de esos nombres, y que esos lugares tenían una iglesia linda, me secundaban, y que la ciudad de Nandaime tenía su canción, “El Nandaimeño”, y que su autor era Camilo Zapata. Y yo sólo pensaba: y a mi patria chica, Somoto, pegado a la frontera, ¿quién le iba a hacer su canción? En esa época Camilo Zapata se me volvió más grande e insustituible. Sus canciones me “quemaban” el corazón, con un ímpetu bien lindo y estimulante, confiesa Carlos.

Camilo rompió todos mis esquemas
Y llegó el momento para Carlos de conocer al personaje querido y para afinar el detalle del tercer acercamiento espiritual; me dice que fue el cantor Otto de la Rocha quien lo invitó a una fiesta privada en casa de Carlos Lang, primo del magistrado Enmet Lang. Antes de que Camilo ejecutara la guitarra yo ya estaba prendido de su personalidad, porque él me rompió todos los esquemas, y Carlos me lo confirma gesticulando con todo el cuerpo. Me impactó por su enorme sencillez, nítido, pudoroso en el vestir, de camisa manga larga y pantalón de “salir de impecable gabardina y zapatos bien lustrados. Yo conocí a ese Camilo, que sigue siendo el mismo, absolutamente llano, despojado de orgullo baladí, cariñoso, bromista, fino y lúcido”.

Camilo el ser humano
Carlos se siente tan orgulloso de Camilo y tan agradecido que no quiere quedarse con elogio ni virtud para hablar del maestro Camilo Zapata. Camilo es el ser humano que nunca habla de sí mismo, de sus grandezas. Y eso hace, quizás sin proponérselo, que su amistad sea una virtud de una amistad para crecer. Como prueba irrefutable de la humildad y don de gente del maestro, Carlos recuerda: yo era un chavalo que no escupía en rueda, y Camilo tuvo palabras de elogio para mi “Alforja Campesina”; para mí ese gesto es inolvidable, por la pureza de su actitud, y que habla de su entereza y de su condición de grande de la música nicaragüense.

Pero hay otras complacencias de Carlos que hablan de su admiración por Camilo al señalar que: al maestro del paisaje nicaragüense nadie lo imitó en sus canciones.

Otro rasgo de la personalidad de Camilo Zapata que Carlos cuenta con gracia es que el maestro es el único artista nicaragüense que al cantar sus canciones pronuncia con nitidez la castiza letra Z.

Camilo, el guía
Carlos agradece la forja de su crecimiento artístico al maestro Camilo Zapata y a los entrañables cantautores nacionales Erwin Krüger y Otto de la Rocha. Camilo ha sido todo un árbol frondoso de infinita riqueza y acompañamiento valioso y admirable, puntualiza Carlos.

Me duele no haber estado más horas con Camilo
Yo no cultivé una gran amistad con Camilo Zapata, porque yo no soy un hombre de gavilla, de fiestas, por eso es que me duele no haber estado más horas con él. Como ser humano tengo añoranzas. Sin embargo, puedo decir con certeza que cuando platicaba con Camilo yo le absorbía todo lo que me era posible.

Camilo, parámetro estético y ético
Camilo Zapata es un parámetro estético y ético, grande e imprescindible en mi desarrollo artístico y humano, admite con regocijo Carlos. Su vasta obra fundamental, su sencillez, humildad y llaneza fueron un norte para mí.

Camilo y su obra
Desafortunadamente, en nuestro país no se ha profundizado en el estudio de la gran obra cancionística ni en la música de Camilo Zapata, lamenta Carlos y prosigue, las canciones tan bellas y tan nicaragüenses de Camilo no se han estudiado desde lo cultural ni antropológicamente, para descubrir otros rasgos de la originalidad de la música nicaragüense. Necesitamos conocer más acerca de la excelencia de las letras y de la música, y no podemos esperar más, advierte el cantor, para señalar la urgencia de afianzar lo nuestro.

Basta escuchar “El Solar de Monimbó”: “Hay que ver a doña Inés para bailar como zapatea y a la vez que hace la cadera temblar” para confirmar que esa canción es una fiesta, una gran convocatoria, señala Carlos. Es toda una coreografía del Son Nica. El olé caiteado, que se baila con pasión, ternura y coquetería, remata.

“El Caballito Chontaleño” es la canción donde Camilo se apropia del oficio de topógrafo para conocer la profundidad de piel de la tierra, y el paisaje, señala. Así como en: “Yo quisiera remedir otra vez tu corazón”....

Camilo Zapata en cada canción proyecta una enorme responsabilidad con la patria, y las escribe con sencillez y enorme dignidad, que no es casual en un compositor riguroso y profundo como el maestro.

En “Linda Rosa Pineda” hay admiración, cariño y erotismo, sin manosear el alma de la mujer. Es el Camilo autor de boleros, valses, de “Cara al Sol”, creando una escuela para toda la vida, como un ministerio moral. Y aquí Carlos recuerda a su progenitor: “Mi padre, que era un ebanista, cuando culminaba una obra me llamaba a mí como su cercano colaborador para escuchar mi comentario y al final me decía con la humildad de su grandeza: Carlos, esta mesa “parece nacida”.

Camilo de mis urgencias
“El Clarinero Mayor” (como condecoró Carlos a Camilo) ha sido una huella permanente de ilustres consecuencias para CMG. Y como ejemplo, Carlos dice que para que “Panchito Escombros” naciera calcó a estructura de “Flor de mi Colina”, y con ello hizo un son “camiliado” y sentir el Son Nica.

Camilo y su ministerio moral
Camilo Zapata es capaz de tocar lo erótico con la excelencia del “Cantar de los Cantares”, de Salomón de la Selva, sin caer en el lenguaje ordinario, chocante o sexista. Las letras de sus canciones son armoniosamente bellas, bien elaboradas, con pareados y rimas consonantes, conjugadas con fina gracia. Ése es el Camilo grande, confirma Carlos.

Pero Carlos quiere que la influencia del Son Nica no decaiga y se profundice para bien de nuestra música nacional. Es necesario cultivar ese maravilloso 6x8 que tanto nos ha dado a todos los nicaragüenses, recalca el discípulo del “Clarinero Mayor”.

El llamado de Carlos
Todos los nicaragüenses tenemos que contribuir con hacer de nuestra música y nuestros maestros como Camilo Zapata los estandartes más apreciados, para que se les honre en las emisoras de radio y televisión al darles el crédito merecido a los autores de las canciones, como un derecho moral y justo. Si cada vez que cumplimos, lo hacemos bien y con legítimo respeto nos reconocemos como grandes hombres y mujeres de nuestro país. Es bueno recordar a José de la Cruz Mena, Camilo Zapata, Erwin Kruger, Otto de la Rocha.

Carlos está emocionado y se despide de nosotros deseando larga vida al maestro Camilo Zapata.

Camilo Zapata: “El son que nos baila dentro”

Tito LEYVA


Ha pasado tanto tiempo, y Camilo Zapata ha estado ahí frente a la imaginación de su alma, y en cada uno de nosotros, cuidando con celos de libertad e independencia su portentosa creación del son nica.

En Nicaragua, mientras se suaviza la cordura del odio y la casta política no deja partir su enjambre de maledicencia, el artista del pueblo, Camilo Zapata, nos deja oír la calidez de su música, siempre dispuesta a darnos mejores revelaciones de hondo humanismo.

Camilo Zapata se empeña al llegar el 25 de septiembre a sus noventa años de hacernos recordar con el corazón la realidad entrañable de donde han surgido las canciones para cantarle a Nicaragua.

Es merecido decir que Camilo Zapata es el caballero de la sensibilidad nicaragüense en su “potente levadura”, como diría el gran poeta cubano José Lezama Lima, porque nuestro gran músico es signo engendrador en su permanencia y continuidad en la cultura nacional y regional.

Todos estos años que Dios nos ha permitido a Camilo, hemos podido gozar de sus textos elaborados cuidadosamente y convertidos en canciones clásicas, como “El Solar de Monimbó”, “El Nandaimeño” y otras revestidas de significados, siempre enriquecedoras con un amplio registro de sus búsquedas de juglar enamorado.

Camilo Zapata es el más joven representante del arco musical nacional y regional. Es una fiesta conocerlo, por la gracia de ciudadano útil que lo envuelve esplendoroso ante nosotros y su don de gente que todos admiran.

Oírlo es compartir un hermoso cuaderno íntimo de música, que no se agota ni se distrae en lo recóndito de los años. Camilo es un hombre sin apariencias, cálido y fresco como una carta abierta.

Nuestro homenajeado ha escrito sus canciones, boleros populares, y el entusiasmo de nuestro folclore con serenidad, calma y silencio revelador, como una mirada abarcadora de su música, de su manera de sentir y ver, y de permanecer en las ocupaciones del espíritu y la cultura.

Gracias Camilo por el impacto de claridad y luz de tus canciones, que se nutren de poesía y mística, en un acto artístico, con la ligazón del amor y el entusiasmo de siempre. ¡Felicidades!
Nuevo Amanecer Cultural presenta las voces de artistas, poetas, pintores, teatristas, filósofos, músicos y admiradores del pueblo, quienes se acercan con alegría para compartir este homenaje merecido a Camilo Zapata.


Ricardo Palma (músico): Camilo Zapata me merece un gran respeto. Es un auténtico nicaragüense. Es un gran artista que merece el elogio de todos. Yo tengo una deuda moral con él, desde 1990. El doctor Sergio Ramírez Mercado, vicepresidente de la República, en ese entonces, me encomendó realizar varios arreglos para la grabación de tres discos, pero las mezclas no quedaron a mi entera satisfacción por la deficiencia tecnológica, pues él quería algo moderno. Camilo nunca me dijo nada al respecto, ni nunca me señaló una objeción. Sin embargo, yo como músico y admirador del maestro, sé que tengo una deuda moral con su música.


Róger Pérez de la Rocha (pintor): Camilo Zapata es un gran maestro. Un hombre y un artista estupendo, creador del son nica, donde todos nos representamos. Nicaragua está bien representada con la música y canciones de Camilo Zapata, para amar más nuestro paisaje con “El Caballito Chontaleño” y “El Solar de Monimbó”.


Alejandro Serrano Caldera (filósofo): Un gran maestro pionero de la música nacional. Son muy merecidas artísticamente sus canciones, como “El Solar de Monimbó” y “El Caballito Chontaleño”. Camilo Zapata se consagra como el más auténtico representante del canto nicaragüense.


Milton Guillén (músico): Para mí fue un honor ser músico invitado para celebrarle sus 80 años, compartiendo escenario en esa ocasión con el recordado hermano Arnulfo Oviedo. Camilo es símbolo de nuestra nicaraguanidad. Un músico con una gran imaginación, y para muestra ahí está el inolvidable “Caballito Chontaleño”. Camilo es el rey, y un genio de la música nicaragüense.


Lautaro Ruiz (teatrista y músico): Camilo Zapata forma parte del pentagrama de estrellas del panorama musical nicaragüense. Cuando he viajado al exterior, siempre me preguntan por la música de Camilo Zapata, lo que significa que por el mundo están regadas las semillas de su música, cosa que celebro y me entusiasma, como nicaragüense.

Alfredo Quintero (músico, hijo dilecto de Estelí): Un gran defensor de nuestra nicaraguanidad es Camilo Zapata. Se merece lo mejor de todos nosotros, por la virtud de su música, que tiene algo que lo diferencia de otros, por ser muy nato, con un sabor que lo identifica.


Richard Loza (músico): Camilo Zapata le ha dado al son nicaragüense algo muy interesante, por ser su fundador. Ahora mismo que regreso de España, me voy a dedicar a estudiar más el son nicaragüense para diversificarlo y retomar experiencias, por ejemplo, de Guatemala y México. Camilo Zapata está en mi corazón.


Jorge Paladino (músico): Es un gran artista Camilo Zapata, con él he compartido muchas jornadas de trabajo llevando nuestro canto por todo el territorio nacional, y ha sido para mí gratificante, muy alegre y con mucho humor compartir su compañía. Camilo se merece un gran homenaje.


Marcio Vargas (cineasta): Camilo Zapata es un gran roble de la música nacional. Bien vale un homenaje para su trayectoria artística, aunque muchas veces desconfío de los homenajes, porque algunos lo toman como moda.


Salomón Alarcón (Relacionista Público del Instituto de Cultura): Camilo Zapata es un faro que ilumina todos los rincones de Nicaragua, a la vez que lleva luz con su música. Su legado es su originalidad, que lo convierte en el verdadero pionero del canto regional, le da forma, lo moldea, y lo tira al comal, y la cocción es perfecta, y lo hace dirigible a todo el ámbito nacional.


Silvio Solís (poeta): Es el primer nicaragüense que estudia a fondo y crea el son nica, del que se conocía con la canción “Mama Ramona”; y que viene de la tradición española y africana, con el son de toro, fuente del son nica. Camilo es un gran cultivador de nuestra música. Exalta la nacionalidad y es un referente de la música regional. Sandino es el libertador, Darío el gran revolucionario del lenguaje de la nueva América, y Camilo es el músico.




“Camilo Zapata, el creador del son nicaragüense, decimos, eso ya está dicho. Como nicaragüense que soy, y no hay nada más que decir, he querido en mi vida de intelectual y de dirigente revolucionario, buscar las señales de identidad que reconozcan y hagan reconocible a mi tierra: lenguaje, músi­ca, poesía, rebeldía, orgullo de pueblo sufrido pero altanero, tierra humilde y pequeña pero inexpugnable, canción y bastión. Y aquí en esta música de Camilo Zapata hay una señal de identidad visible para reconocer a la nación y reconocerse de manera trascendente, basta El solar de Mo­nimbó en el bordoneo de una guitarra en manos campesinas, uña y carne despertando en el tono mayor de sus cuerdas broncas, para saber quiénes somos y cómo nos identificamos. Porque esa música une y ata, identifica al nicaragüense y lo nicaragüense despierta y confirma nuestra identidad nacio­nal. Más que suficiente”.


(Tomado de: Sergio Ramírez/Confesión de Amor/Ediciones Nicarao, 1991)

En el homenaje a don Camilo Zapata en su cumpleaños

Hablar de Camilo Zapata y de su obra musical es hablar de alguien irrepetible, un caso único, un incunable. Como “cantautor” ha experimentado en todos los ritmos conocidos y al oír su obra uno se sorprende de saber que ha escrito boleros, tangos, corridos, valses, pasillos, jorpos, etc. amén de que es el fundador o creador del SON NICA, ritmo pegajoso, bello, alegre y con el que todo el que se precia de ser NICA se indentifica con su patria Nicaragua al escucharlos sobre todo si está allende los mares o exiliado, en cuyo caso viene a ser casi como nuestro segundo himno nacional.

Camilo ha sido fuente de inspiración y ejemplo para los que hemos incursionado en la música ya sea solos, o en tríos o grupos y estoy seguro de que sin excepción todos en sus presentaciones al público han interpretado no una sino varias veces las bellas melodías llenas de sabor poético y musical de nuestro genio musical criollo.

Nuestro trío de médicos que se dio a conocer como los “Bisturices Armónicos”, compuesto por los doctores: César Zepeda Monterrey (q.e.p.d), Wilfredo Álvarez Rodríguez y César Ramírez Fajardo, interpretamos con frecuencia bellos sones nicas, además de otras melodías e incluso canciones inéditas, pues cultivamos una buena amistad y con su trato amable, su gran carisma y su voz de aliento, nos ayudó mucho en el tiempo en que actuamos como trío.

No pretendo hacer una apología a su persona, ya se ha escrito bastante de él, su obra musical ha sido aceptada y aclamada tanto nacional como internacionalmente, ha sido honrado, homenajeado y galardonado en numerosas ocasiones reconociendo sus méritos y para nosotros siempre será nuestro “Clarinero Mayor”, baluarte y guía de nuestra musicalidad y nicaraguanidad.

Escribo hoy estas pocas líneas impregnadas de la sinceridad y el cariño que se merece don Camilo aprovechando la celebración de la fecha de su natalicio para desearle muchas felicidades en unión de su familia y para que recuerde que sus amigos no lo olvidamos y que imploramos al Señor que le conceda una larga vida para que coseche lo que ha sembrado y de lo cual estamos orgullosos todos los que nos preciamos de ser nicaragüenses.


Con todo aprecio, Dr. César Ramírez Fajardo

Managua, Nicaragua, septiembre 2007

CAMILO ZAPATA: CREADOR DEL "SON NICA" (Tomado de Pinoleros.com)

Por cesar
Publicado: Marzo 6, 2008


En julio de 1993, antes de partir definitivamente a Nueva York, Camilo Zapata declaró: "No hice dinero en mi carrera artística, pero no me quejo de mi suerte, pues la mayor paga que he recibido toda mi vida fue el aprecio y cariño de mí público". Y tenía razón: ese público siempre prodigó admiración y afecto al autor del "Solar de Monimbó" y "Flor de mi colina" – una estampa sobre Masaya -, "Campesina zalamera" y " Juana la chinandegana" que destacaron entre más de medio millar de melodías que compuso.

De madre jinotepina y padre chinandegano, el maestro Zapata nació en Managua, el 25 de septiembre de 1917, Bachiller del Colegio Bautista, estudió topografía por correspondencia y se fue a Chinandega después del terremoto de 1972.

Se inició a los quince años en Managua cuando cantaba en la emisora "Rubén Darío", mientras sus compañeros – Francisco Fiallos, Juan Ramón Bermúdez y David Zúñiga – lo hacían en "YNOP", la otra emisora que en 1932 funcionaba en la capital. Entonces estaba de moda los paseos a la costa del Lago de Managua, sector de Miralagos. Mucha gente se reunía en ese lugar, lo que era aprovechado por Camilo y otros jóvenes para tocar la guitarra, cantar y darse a conocer.

Pero su aparición hay que ubicarla en un momento histórico: cuando se emprendía la búsqueda y la afirmación de la identidad nacional, tras las negativas consecuencias culturales que había dejado la ocupación norteamericana. Por eso no resulta arbitrario relacionar la publicación de los Poemas nicaragüenses, de Pablo Antonio Cuadra en 1934, con "Caballito chontaleño" de Camilo Zapata, canción escrita ese mismo año, en compás de seis por ocho, constituyendo la partida de nacimiento del "son nica".

Con este nombre se ha identificado ese ritmo popular y típico – lo nuestro visto con nuestros propios ojos – iniciando por Zapata, quien después estrenó "El Nandaimeño", "El Solar de Monimbó" y "El Ganado Colorado", por citar tres de sus piezas consagratorias. Ritmo que José Francisco Borgen propuso denominar con acierto rascado y que, erradamente, se le difundió como "canción folklórica". El mismo Borgen describió a Zapata cuando participaba en los programas vivos de La voz de la América Central: "Pequeño, flaco, moreno, despreocupado. Su humildad le atrae simpatías; pero, más que su humildad, el hecho de llevar al micrófono melodías frescas de nuestros campos". Y también de nuestros pueblos y ciudadelas, como lo revelaría en sus canciones "Nindirí", "Ticuantepe" y "Callecita colonial".

Camilo Zapata se había graduado en México de Ingeniero Topógrafo – con especialidad en sistema de riego y conservación de suelos -, profesión que le condujo a conocer, palmo a palmo, buena parte del territorio nacional y a crear consciente – en palabras de Pablo Antonio Cuadra –" él son que nos baila adentro, en el subconsciente musical del pueblo. Él fue el primero que valoró y dio continuidad culta al ritmo popular más característico de los nicaragüenses". Para Carlos Mántica, introdujo nuestros ritmos de inspiración folklórica a los salones "vistiendo a la marimba de guitarra".

"Para nosotros, integra con Erwin Krüger y Tino López Guerra el "trío de oro" de la música típica o vernacular de Nicaragua. Además, él fue el primer nicaragüense que grabó en disco "Caballito chontaleño" y "Solar de Monimbó", prensado por la RCA de México, cuando los discos eran de 78 revoluciones por minuto; y el primer en internacionalizarse. Sus composiciones fueron interpretadas por los Hermanos Silva (chilenos), Los Diamantes (peruanos), Los Quipus (ecuatorianos) y otros."

Sin embargo, su producción no se limitó a la tendencia vernácula. Su "Pregón del Paletero", que el público privilegió en los años 40, no era un aire nicaragüense, sino que estaba tocado de cubanismo. Por lo demás, fue autor de melodías de toda índole: valses, tangos, pasillos, boleros, pregones y villancicos. En este último género tuvo repercusión su "Campanitas de Navidad".

Festivo, rico en matices y en color local, el compositor pionero Camilo Zapata al crear él "son nica" tocó las cuerdas más sensibles del alma de nuestro pueblo.

El 16 de abril de 1994, la Casa del Artista le brindó un homenaje al insigne compositor. Varias cuadras fueron cerradas para que la gimnasia rítmica del Instituto Ramírez Goyena y por lo menos cinco mil Personas pudieran decirle adiós al gran compositor pinolero que se marcha de su amada Nicaragua, para residir en los Estados Unidos.

Camilo, visiblemente emocionado, dijo que agradecía profundamente el gesto de los artistas nacionales y les instó a conservar vivo el espíritu de colaboración a este patrimonio, ya que redundará en beneficio de las nuevas generaciones. También indicó que se deben apartar las diferencias y el egoísmo y buscar el bien común unidos por el arte en beneficio de todos.

Don Carlos Garzón impuso la distinción en oro, seguido de la entrega de un pergamino de honor por parte de la Compañía Cervecera Nacional de manos del Lic. Guillermo Mejía. Luego el vicepresidente de la Casa del Artista Nacional, Lic. Hosman Balmaceda, entregó también un reconocimiento en nombre de la Casa del Artista y de Margarina Cremy.

Hosman señaló que "los artistas nicaragüenses hemos querido hacerle un reconocimiento a Camilo por sus grandes aportes a nuestro arte nacional, interpretando su música, que deja una huella imborrable de formación profesional a los nuevos artistas".

Una centena de artistas aguardaba pacientemente a rendir homenaje al gran compositor del "Caballito Chontaleño", "La Minga Rosa Pineda", "El Solar de Monimbó", y tantas otras.

Dentro de los artistas participantes en este homenaje estaban viejas glorias de nuestro arte como: Jorge Isaac Carballo, Gilberto Guzmán, Jimmy Wilson, Dysi Wilson, Eveling Martínez, Otto de la Rocha, Mario Montenegro, Trío Los Andes, entre otros. Participaron también poetisas, fono mímicos, guitarritas, ENIGRAC, la comisión de la Cultura de la Asamblea Nacional, el coreógrafo Bayardo Ortiz y los miembros honorarios de la Casa del Artista Nacional.

En este homenaje Camilo Zapata inauguró el mural que está situado a la entrada de la Casa del Artista Nacional, al lado de Don Gilberto Guzmán, obra hecha por el caricaturista y pintor Luis Cuadra, mejor conocido en el ambiente artístico como ARCHI.

El 29 de agosto de 1998, El Ballet Folklórico Nicaragüense, le brindó un homenaje al creador del "son nica" con la puesta en escena del tema musical "Minga Rosa Pineda", se seleccionó este tema por ser uno de los más conocidos de CAMILO ZAPATA, dijo el director del grupo, Ronald Abud Vivas.

CAMILO ZAPATA, vive rodeado de trofeos, diplomas y condecoraciones que, gobiernos extranjeros y el de Nicaragua, le han tributado en reconocimiento a su gran labor artística.

Todavía sigue creando bellas melodías salpicadas de estampas regionalistas. Las canciones que más le gustan a Camilo Zapata son: "Solar de Mominbo" y su vals de fama continental "Cara al Sol".

"Viajamos persiguiendo una ilusión

la fe y la esperanza nos faltó

supimos resignarnos al dolor

Y a vivir sin odios ni rencor.

Si acaso me llamaras por amor

o a acaso sospechara donde estás

luchando contra el mundo y viendo a Dios

iría tras el eco de tu voz

el sol de mi esperanza lo tendré en tu amor......"

Una reposada entrevista con el autor de “Flor de mi colina” y “Minga Rosa Pineda”

Maryórit Guevara G.
maryorit.guevara@laprensa.com.ni

Desde la edad de 15 años, Camilo Zapata se convirtió en toda una institución musical. No hay quien no haya escuchado sus temas, como “Juana la chinandegana”, “Flor de mi colina”, “El caballito chontaleño”, “Minga Rosa Pineda”, “El solar de Monimbó”, “El nandaimeño”, “El toro de Teodoro” entre otros.

Temas que lo hicieron merecedor de títulos como “El Creador del Son Nicaragüense” y “El ClarínMayor” por su destacado aporte a la música, y por ser uno de los pocos compositores existentes en nuestro país y, a como dice él, “pronto me voy a ir”.

El paso del tiempo por su cuerpo ha sido inclemente. La más grandes de sus pasiones que es cantar, ya no la puede ejercer debido a un grave padecimiento en su garganta, sumado a problemas de amnesia que sufre desde hace cinco años.

Pero a pesar de ello, no ha dejado de componer y de seguir trabajando por la música nicaragüense, y para hablar de esto ofreció a la Revista, de LA PRENSA y a sus lectores, una pequeña entrevista.


SU VIDA

¿Cómo fue que comenzó a cantar?

Comencé cuando estaba “cipote” a la edad de 15 años, en una emisora de Managua que se llamaba “Rubén Darío”. El gerente llegó a mi casa a pedirme que fuera a cantar a su radio porque yo tenía fama en el barrio. Ahí pasé algún tiempo cantando y luego empecé a publicar mis primeras canciones.


¿Y cuál fue su primer tema famoso?

La primera canción que compuse fue cuando era muy joven y fue “El caballito chontaleño”, tema que gustó mucho a los nicaragüenses. Eso lo sé porque yo viajaba mucho por las fronteras y creo que fue la que comenzó a darme el nombre de compositor.

Sabés, que hasta esa época yo no conocía Chontales nada más lo que oía hablar a mis amigos. Aunque después sí lo conocí porque fui invitado a reuniones. Creo que ésta fue la canción que más les gustó a los nicaragüenses, porque además en esa época nadie componía.


¿Y siempre vivió en Managua?

Nací y me crié aquí en Managua pero no siempre viví aquí. He tenido que estar ciertas temporadas en los Estados Unidos. También estuve viviendo una parte de mi vida en Jinotepe y la otra en Chinandega, porque me casé con una chinandegana.


¿Cómo se llamaba?

Se llamaba Lila Quiñónez de Zapata, tuvimos 4 hijos. Ella falleció hace 15 años, creo. Pero te sigo contando… recuerdo que me fui allá (a Chinandega) por ciertas circunstancias y como soy topógrafo de profesión me quedé trabajando para la Standard Fruit Company y en la Construcción de la Base Naval de Corinto.

Lo cierto es que viviendo allá conocí a mi señora y ahí mismo me casé con ella. Posteriormente tuve que trabajar en Honduras y después de un año o un poquito más, me la llevé a ella también. Allá pasamos un montón de tiempo. Cuando renuncié a la bananera me vine para Managua a trabajar al Infonac porque el gerente de esa institución me manda a decir que me veniera y era lo mejor para mí, entonces me vine con mis hijos y aquí nos quedamos.


¿Cuántos temas ha compuesto?

Ahora tengo aproximadamente unas 200 composiciones entre inéditas y publicadas. Son más las inéditas que las publicadas, de estas últimas creo que son como unas 90. Las canciones publicadas son muy pocas, mucho más de la mitad son inéditas.


PROYECTOS

Y, ¿no las piensa publicar?

Estamos en un programa con la librería Hispamer en el que queremos publicar algunas de las canciones inéditas, en España, pero tendremos que buscar a alguien que las cante, porque yo ya no puedo, estoy afónico. Estamos trabajando en eso.

También quieren hacerme un homenaje en el Teatro Nacional Rubén Darío donde se interpretarán las canciones ya publicadas, a lo mejor y también algunas inéditas.

En esta actividad estarían los Mejía Godoy, Katia Cardenal, Norma Elena Gadea, Los Palacagüina y otros miembros de las orquestas que tiene Nicaragua pero no se sabe cuándo se realizará.


¿Qué significa para usted ser el creador del Son Nicaragüense?

Es una gran satisfacción desde luego porque soy el creador del son nica y segundo porque ese fue, es y será mi gran deseo componer y, sobre todo, cuando mis canciones están dedicadas a mi país, a mi Patria.


¿Ya no tiene tareas pendientes?

Creo que ya tengo todo lo que merecía, estoy feliz con todo, estoy completo pero sí seguiré componiendo porque es una cosa que no se puede tirar. Porque la inspiración viene del corazón, sin dificultades.

Hay gente que compone con dificultad y por eso no le salen canciones buenas, más cuando no tiene amor a la Patria y no conocen las costumbres de su Patria.


¿Qué le gustaría que pasara con sus canciones?

Me gustaría que mis canciones se publicaran en el extranjero, para que la gente conozca nuestras riquezas y costumbres.


¿Qué opina de los nuevos talentos?

Aquí hay talentos muy buenos, pero Nicaragua es pobre en compositores. Somos sólo cuatro pela-gatos y el que más volumen tiene de composición soy yo, y pronto me voy a ir.

“Más Camilo Zapata a los 89 años”

Wilfredo Álvarez/ Tito Leyva

Mis encuentros con Camilo Zapata se dan espontáneos en la ciudad de Chinandega, por los años 50, y ceñidos al asunto familiar, cuando yo era estudiante de la Escuela de Medicina. Recuerdo que mis tíos maternos, los Rodríguez, me hablaban con mucho entusiasmo de las canciones del maestro Zapata. Yo tenía una referencia de ellas, pero no las conocía, y la oportunidad se presentó casi sin planificar, con la emoción reservada para compartir esos gratos momentos con Camilo, pues como era agricultor calzaba estupendamente para ser bienvenido en casa de mis tíos, y por la vocación del canto se hizo una muy buena mancuerna duradera y bonita. Con Camilo era fácil entrarle a cualquier conversación, porque su humildad lo permitía todo y su fineza fuera de serie nos estimulaba a confiar en su amistad. Ése es el Camilo Zapata que recuerda el doctor Wilfredo Álvarez, ajustando esos momentos de infancia para rendirle un homenaje a sus 89 años.

Álvarez matiza su alegría al recordar que fue en la Hacienda “El Cacao” donde él le escuchó a Camilo Zapata, por primera vez, la famosa canción “Juana la chinandegana”. Los que estábamos reunidos departiendo alegremente fuimos felizmente sorprendidos por la letra y la música de la canción impregnada de picardía y esencia nicaragüense, y no pudimos más que celebrarla como un gran acontecimiento. Puedo decir, agrega el galeno, que con ese bonito antecedente se selló nuestra amistad y la de muchos.

El ex “Bisturí Armónico” está contento hablando de su amigo, y apenas toma un poco de respiración, se entona en la travesía de otro recuerdo: durante la Revolución Sandinista, el doctor Sergio Ramírez Mercado, Vicepresidente de la República, me comisionó para que buscara a Camilo y le comunicara acerca de una distinción que le ofrecía la Junta de Gobierno para distinguirlo por sus méritos de gran compositor. Después de recorrer muchos vericuetos, encontré a Camilo, y él, con esa grandeza que sólo se hermana a los grandes creadores, me agradeció que haya sido yo quien le comunicaba la agradable noticia. Camilo Zapata ha sabido siempre, y es una de sus hermosas virtudes, ser agradecido. Su don de gente lo lleva muy impregnado a cualquier actividad que realice, confirma Álvarez.

Una anécdota muy alegre, señala el doctor Álvarez, es cuando fuimos el doctor Fernando Silva y yo a buscar a Camilo para que lo atendiera un médico, porque presentaba cierto malestar, y lo que creíamos fácil se nos volvió toda una jornada azarosa y algo complicada, pero chistosa al fin. Buscamos a Camilo en su casa, donde algunos amigos, y en los lugares afines que frecuentaba, pero fue hasta en Jiquilillo, y donde la “Pucha”, que descubrimos a nuestro gran hermano bien alegre en su zafarrancho. Por supuesto que Camilo estaba bien atendido, y no creo que en ese momento necesitara los servicios de un médico, agrega Álvarez, soltando la carcajada.

Con Camilo fueron días y noches de mucho esplendor nicaragüense cuando nos uníamos para cantar en serenatas o por puro placer de atender a nuestras familias y amigos. Inventábamos cualquier pretexto para darle a la cantada y compartir ideas, proyectos y las más inverosímiles ocurrencias que todos disfrutábamos como buenos nicaragüenses, refiere el doctor Álvarez con el entusiasmo en el rostro y como dispuesto a rememorar esas deliciosas aventuras.

Por mucho tiempo yo fui el médico de confianza de Camilo, y de alguna manera también su confidente y su amigo, y esa triple condición me ayudó a disfrutar del cariño recíproco del mejor Camilo, el hombre de pueblo, bromista, desinteresado y fino caballero todo el tiempo. Yo nunca le escuché a Camilo una palabra grosera ni tendenciosa en contra de nadie, menos en contra de un músico, afirma con aplomo el doctor Álvarez.

Respecto a la gran obra de Camilo Zapata, el doctor Álvarez señala que con las canciones del “Clarinero Mayor” se da origen al son nica y a toda la música folclórica nacional. El son nica es un aporte regional, nacional e internacional, que nos enorgullece”.

Los nicaragüenses debemos exigirnos más en el conocimiento y la difusión de nuestra música; hace falta rendirle méritos a nuestros grandes impulsores, como Camilo Zapata y otros, que lo han dado todo por la belleza y calidad de nuestro patrimonio musical, demanda el doctor Álvarez.

En la casa de Camilo le he escuchado bellas baladas de la onda esotérica que hablan con profundidad del tema de la paz en el mundo, y por supuesto, de la convivencia humana. Ése es un nuevo filón de Camilo en su bregar como gran compositor, indica el también músico.

En las letras de las canciones de Camilo no hay desperdicio, aunque aparenta cierta superficialidad, el resultado es sólido, bello y de gran profundidad filosófica. Ése es el Camilo nuestro y grande, señala.

Finalmente, el doctor Wilfredo Álvarez destaca que Camilo Zapata es todo un enamorado del amor, por todas las cosas del aroma de la mujer y del paisaje de la patria, a la que ha mimado con sus bellas canciones. Camilo Zapata sigue siendo un luchador sin fronteras y en todo terreno.

Crónicas...del son nica: Camilo Zapata

por Francisco "Pancho" Cedeño


El día 12 del mes de octubre se conmemora un evento histórico de gran importancia: el descubrimiento de América por Cristóbal Colón. Esta celebración conocida como el Día de la Raza, es altamente cuestionada por muchos, sobretodo por la inmensa cuota de vidas humanas que representó para los indígenas americanos el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo. Por eso nos parece oportuno reafirmar nuestra identidad compartiendo estas breves notas sobre Don Camilo Zapata, el más grande cantautor nacido en Nicaragua.

Antes de la aparición de Camilo Zapata en el panorama artístico nacional, las canciones que se conocían o se interpretaban eran más que todo las pertenecientes al folklore (provenientes de los antiguos romances y corridos), o aquellas perteneciente a los compositores de la época, que basaron sus creaciones en géneros musicales foráneos, como el vals por ejemplo.

Camilo, que nace un 25 de septiembre de 1917, aparece como compositor en el momento en que los poetas del Movimiento Vanguardia emprendían la búsqueda y la afirmación de la identidad nacional, después de las terribles consecuencias culturales que había dejado la ocupación norteamericana (1926-1933). El escritor nicaragüense Jorge Eduardo Arellano, afirma que no es casual que la publicación de los Poemas Nicaragüenses de Pablo Antonio Cuadra en 1934, coincida con la creación de "Caballito Chontaleño", la primera canción de Camilo Zapata escrita cuando era apenas un quinceañero, naciendo con ella el Son Nica.
Camilo inventa canciones cuyas melodías están en compás de 6/8 (célula rítmica de dos tiempos con tres notas musicales en cada uno de ellos), que es el mismo en que están construidas las melodías de los sones de marimba, pero además logra traspasar ese ritmo a la guitarra, que funge como instrumento acompañante.

En las letras de esas canciones, aparecen por primera vez nuestras toponimias, modismos, refranes, personajes populares, el doble sentido y la picardía, cuestiones de contenido social, en fin, muchos rasgos de la identidad cultural del país rural que era Nicaragua en la primera mitad del siglo XX. Estas letras estarán expresadas con poesía sencilla e ingeniosa, de gran sensibilidad y descripción, en perfecto equilibrio con las melodías en que navegan.

Sus composiciones son muchas y variadas, encontramos boleros, tangos, pasillos, fox trot, valses, villancicos y mazurcas, pero es el son nica el eje fundamental de su obra. El compositor de El Nandaimeño, El Solar de Monimbó, Flor de mi Colina, El Arriero, Juana la Chinandegana, El Marimbero, Minga Rosa Pineda, El Toro de Teodoro, El Sopapo, El Ganado Colorado, Cara al Sol, Teustepe, Campesina Zalamera, por mencionar apenas algunas canciones de su extensa obra, abrió una puerta por la que años después entrarían Erwing Kruger, Jorge Isaac Carballo, Otto de la Rocha, Víctor M. Leiva, Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, cada uno de ellos desde su propia propuesta musical. Simplemente sin Camilo Zapata nuestro canto nacional no tendría la fisonomía con que ahora lo conocemos.

A sus 90 años, Camilo sigue siendo la referencia más importante del canto nicaragüense, porque como dijo el poeta Pablo Antonio Cuadra, fue el creador de manera conciente de “el son que nos baila dentro, en el subconsciente musical del pueblo. Él fue el primero que valoró y dio continuidad culta al ritmo popular más característico de los nicaragüenses”.

Camilo Zapata (Tomado de Nicaragua Actual)

De madre jinotepina y padre chinandegano, el maestro Zapata nació en Managua, el 25 de septiembre de 1917, Bachiller del Colegio Bautista, estudió topografía por correspondencia y se fue a Chinandega después del terremoto de 1972.

Se inició a los quince años en Managua cuando cantaba en la emisora "Rubén Darío", mientras sus compañeros – Francisco Fiallos, Juan Ramón Bermúdez y David Zúñiga – lo hacían en "YNOP", la otra emisora que en 1932 funcionaba en la capital. Entonces estaba de moda los paseos a la costa del Lago de Managua, sector de Miralagos. Mucha gente se reunía en ese lugar, lo que era aprovechado por Camilo y otros jóvenes para tocar la guitarra, cantar y darse a conocer.

Pero su aparición hay que ubicarla en un momento histórico: cuando se emprendía la búsqueda y la afirmación de la identidad nacional, tras las negativas consecuencias culturales que había dejado la ocupación norteamericana. Por eso no resulta arbitrario relacionar la publicación de los Poemas nicaragüenses, de Pablo Antonio Cuadra en 1934, con "Caballito chontaleño" de Camilo Zapata, canción escrita ese mismo año, en compás de seis por ocho, constituyendo la partida de nacimiento del "son nica".

Con este nombre se ha identificado ese ritmo popular y típico – lo nuestro visto con nuestros propios ojos – iniciando por Zapata, quien después estrenó "El Nandaimeño", "El Solar de Monimbó" y "El Ganado Colorado", por citar tres de sus piezas consagratorias. Ritmo que José Francisco Borgen propuso denominar con acierto rascado y que, erradamente, se le difundió como "canción folklórica". El mismo Borgen describió a Zapata cuando participaba en los programas vivos de La voz de la América Central: "Pequeño, flaco, moreno, despreocupado. Su humildad le atrae simpatías; pero, más que su humildad, el hecho de llevar al micrófono melodías frescas de nuestros campos". Y también de nuestros pueblos y ciudadelas, como lo revelaría en sus canciones "Nindirí", "Ticuantepe" y "Callecita colonial".

"Para nosotros, integra con Erwin Krüger y Tino López Guerra el "trío de oro" de la música típica o vernacular de Nicaragua. Además, él fue el primer nicaragüense que grabó en disco "Caballito chontaleño" y "Solar de Monimbó", prensado por la RCA de México, cuando los discos eran de 78 revoluciones por minuto; y el primero en internacionalizarse. Sus composiciones fueron interpretadas por los Hermanos Silva (chilenos), Los Diamantes (peruanos), Los Quipus (ecuatorianos) y otros."

El 16 de abril de 1994, la Casa del Artista le brindó un homenaje al insigne compositor. Varias cuadras fueron cerradas para que la gimnasia rítmica del Instituto Ramírez Goyena y por lo menos cinco mil Personas pudieran decirle adiós al gran compositor pinolero que se marcha de su amada Nicaragua, para residir en los Estados Unidos.

Camilo, visiblemente emocionado, dijo que agradecía profundamente el gesto de los artistas nacionales y les instó a conservar vivo el espíritu de colaboración a este patrimonio, ya que redundará en beneficio de las nuevas generaciones. También indicó que se deben apartar las diferencias y el egoísmo y buscar el bien común unidos por el arte en beneficio de todos. Para nosotros los pinoleros, en Nicaragua hoy sentimos que los valores musicales deben ser estimulados ya que en Centroamérica solo Nicaragua goza de este privilegio musical.

De los nicaragüenses en Costa Rica para los nicaragüenses en el mundo entero.

Adrian Giovanni Espinoza Ramírez

Camilo Zapata clarinero mayor

¿Cómo nacieron los himnos de nuestro folclor nicaragüense, Caballito chontaleño, Minga Rosa Pineda, El nandaimeño, El solar de Monimbó? El autor Camilo Zapata, Vida y Canto nos recrea acerca de estas melodías, y su origen

Joaquín Absalón Pastora

EL NANDAIMEÑO
El nandaimeño lo hizo Camilo en plena juventud. Trabajaba en la Carretera Panamericana con una compañía “gringa” en el tramo que va de Rivas a la frontera con Peñas Blancas. Con apenas 17 años, dirigía una cuadrilla de ingeniería. La precaria situación económica le proclamaba la urgencia de laborar, con mayor razón cuando el salario dependía de las horas trabajadas. Un año antes de esa contratación quedó en la —orfandad paternal— al morir Don Benjamín. Su madre requería el apoyo del más apto en ese tiempo.

Camilo una de cuyas funciones estaba relacionada con la localización de los terrenos, conocía Nandaime, pueblo en el cual pasaba la noche con regularidad. Había rivalidad entre los granadinos y los nandaimeños. Éstos decían que eran granadinos, quizás por asumir vanidosa e ingenuamente sus requiebros de aristócratas, prevalecía “el calzón chingo”, el orgullo de ser nandaimeño, coterráneos del indiscutible, héroe nacional General José Dolores Estrada. Prevalecía el orgullo de haber sido su tierra, testigo de la guerra entre los ejércitos del líder indígena de Diriamba y el capitán español Gil González Dávila.

Los granadinos en la “otra cara de la moneda”, manifestaban su resentimiento con esa presunción. Ellos provenían del tronco español, aunque Carlos A. Bravo les haya dicho mil veces que por el lago entró la hez de España. No era posible que un indio conquistado y puro como el nandaimeño pudiera vanagloriarse de los blasones de “La gran sultana”. Las horas de la polémica rondaban en la parte sur del país. Por ello cuando un legítimo granadino veía a un nandaimeño se burlaba de sus caites, de su forma de hablar, de su dejadez trivializada, de su inconfundible “cantadito”. Entonces se le vino —a Camilo— la idea de hacerle una canción al “Nandaimeño”. “Soy granadino, nací en Nandaime, de zapatones jamás usé caites, bajo a la población, no me paro en las esquinas, no me gusta que me digan que soy un indio sin educación”.

El estribillo se repite y formula el orgullo natal del visitante que llega a su ciudad porque es hijo de ella y por lo tanto ningún discriminado a quien se le pudieran atribuir poses delatadas por la incultura. El indio niega al caite cuando baja en la montaña, sigue su rumbo por los caminos de la ciudad para que el orgullo azul no detecte su sangre anónima, su “sangre horchata” y hace todo lo posible para evitar con el auspicio de sus zapatones y la ausencia de los caites que le digan que es “un indio sin educación” porque el término, hiriente y despectivo, podía ser causa de enojo.

EL SOLAR DE MONIMBÓ
Por “Solar de Monimbó” pasa un originalísimo “trabalenguas”, ¿cómo fue? Un día de tantos, Camilo no asiste con puntualidad al rigor de las fechas Paco Ortega le hizo un homenaje en Masaya. Motiva la dedicatoria uno de los cumpleaños de nuestro compositor y una de las victorias beisboleras. Paco era oriundo de Masaya pero fundamentalmente su “corazoncito” latía por Managua. El lugar donde se le hizo el homenaje a Camilo Zapata, se llamaba como su son, “Solar de Monimbó”. Quedaba cerca del Colegio Salesiano. Por las características diseñadas por el recipiendario del festejo, ocupaba una gran extensión. El propio Monimbó con Alcalde de Vara, caprichos territoriales inherentes a las hidalgas “jergas” de la independencia, vaticano con flores anteriormente cantadas por Rubén Darío, ese “Monimbó” era un patión no tan avispado y beligerante por cuanto quién no recordaría que su consejo tradicionalmente excluyente, contribuyó mucho a que se le despejaran los caminos a los luchadores contra los Somoza, eso posteriormente cuando los arcos estaban formados.

Ya en Managua poco tiempo después se le ocurrió a Camilo plasmar, formalizar la canción dedicada al Solar de Monimbó. Se convirtió en el himno de Masaya. Se robó todos los afectos. Su espacio sin ser intrusa por los caminos de Nicaragua. Ninguno de los apóstoles “de la crítica puritana” fue capaz de alejarla del público.

El zapateo es un panorama ideado. Camilo llega a un lugar como este solar, mira, le gusta y hace una concepción llena según las circunstancias, de picardía, de amor, de humor, de “güegüensismo”, de “Minga Rosa Pineda” diríase para quedar bien con la verdad que es un personaje inexistente. Toda la trama es un invento absoluto. Fue concebida después del “Nandaimeño” y del “Solar de Monimbó”. No era viviente, tampoco su enamorado Juan Beteta Castellón, ni esos “jícaros con miel de capulín”, ni “la foto que le hicieron de perfil”, tampoco se sospechaban los caminos que Minga tomó. Si se dejara desnuda a la letra, sin la contagiosa melodía, sería un poema total.

MINGA ROSA PINEDA
Hay en la música de Camilo amor a la mujer. No sólo seduce a ésta, a las flores, a los pájaros, a los ríos. Pero toda esa veneración la matiza con su picardía. No hay canto natal donde esté ausente este signo vital de su creación, pero picardía sana, si se quiere perseverante en su ingenuidad. Esa picardía —rebasa en el “Solar de Monimbó”— cuando en el trabalenguas vierte todas sus prendas la canción coreográfica que se ha prestado para que se luzcan los estilistas del entablado. Carlos nos lo —baila y sostiene— que el son mismo te va diciendo cómo debes bailarlo. “Hay que ver a Doña Inés, pa' bailar/ como zapateya a la vez/ que hace la cadera temblar/ oyile el consejo que/ da al compadre Juan/ pa bailar hacete para ya/ no te vengas tan arrecostado/ pareces un gallo remojado/ meniadito Juancho nada más/ cuidadito, cuenta me tocás/”. Hay doble, triple, cuádruple sentido. Todo erótico, sensual, fino, de ninguna manera ramplón o jayán. ¿Podría concebirse algo tan lírico como Minga? Yo me llamo Juan Beteta Castellón/ y en la hamaca de tus pechos me/ dormí/ Juan Beteta fue el primero que/ miró esos jícaros con miel de capulín/”.

Y es que Camilo siempre enamoró con sus inofensivas y persuasivas armas de músico poeta. Desde antes el compositor fue favorecido con el cariño de los Quintero. Tanto el padre como la madre —de lo que pudo ser una novia formal en los intentos de Camilo de reacomodar su vida, viudo soltero— se sintieron honrados con la repentina vinculación.

¿Amor a primera vista?, de un señor maduro y de una inminente bachillera que comenzaba a danzar en las pistas de la adorable juventud, sencilla flor del campo. No se supo nunca en qué paró esa declaración de amor, posiblemente tan frágil como el transcurso de un día de alborozo. Es altamente, seguro que en su soledad se haya querido llenar con los múltiples frutos de su repertorio romántico, de boleros que han sido muchos en el tupido aguaje de su creación.